Mónica Mayer
EL CONTEXTO
En la inmensa ciudad de México hay lugar para todo. La violencia y el absurdo conviven con la generosidad y la calidez que todavía acostumbran muchos de sus habitantes. Llueve, tiembla, abunda la contaminación y al sinvergüenza del volcán Popocatépetl, llamado cariñosamente por la gente "Don Goyo", le da por echar tremendas fumarolas y espantarnos. Pero también es una ciudad acostumbrada al ingenio y a la creatividad, indispensables para sobrevivirla.
La vida diaria de los chilangos, como se conoce a los que habitamos esta megalópolis, está marcada por el diario peregrinar de un lado al otro de la ciudad, recorrido que rara vez es agradable, pero resulta peor cuando es coartado por una de las muchas manifestaciones y marchas que obstruyen el flujo humano. Las noticias están llenas de lo que sucede en nuestros peregrinar diario: choques, asaltos, embotellamientos y las geniales soluciones propuestas por los políticos a estos problemas. Andrés Manuel López Obrador, el actual jefe de gobierno, decidió que su obra pública magistral sería construirle un segundo piso al periférico y el viaducto, las dos principales vías rápidas de la ciudad por las que transitan sin competencia de vehículos públicos los 3 millones de autos particulares que tenemos, aún cuando no hay suficiente dinero para adquirir refacciones para el metro, que es el medio de transporte de las mayorías. La controversia está tan candente, que están por lanzar una costosa consulta para que la ciudadanía decida si se construye o no.
Pero él no es el primer gobernantes de ideas ocurrentes. Hace varios sexenios, a otro de ellos, preocupado por la intensa carga vehicular del Viaducto Piedad, la más antigua de las lentas vías rápidas de la capital de México se le ocurrió agregarle un carril más a los dos que tenía en cada sentido. Pero, como era imposible ampliar la vía porque enmedio corre el Río de la Piedad que hace años fue entubado y a sus costados todo es construcción, simplemente mandó pintar dos rayas en vez de una. Los carriles ahora son tan estrechos que hasta respirar demasiado profundo, ensancharse un poco, constituye un acto suicida.
EL AGUA
Tenochtitlán, la ciudad precursora de la ciudad de México fue construida por los Aztecas en un islote sobre en un lago. El agua lo era todo, incluyendo la principal vía de transporte. Con el tiempo, la urbe se tragó todo, incluso el agua del subsuelo, por lo que cada año los hundimientos se agudizan y las construcciones se enchuecan más. Por una falta de agua cada vez más severa, la estabilidad de la ciudad, sus edificios, su gobernabilidad, sus habitantes, están en riesgo. Millones de chilangos carecen de agua potable. Todo esto llevó al Instituto Goethe con el apoyo de la Universidad Nacional Autónoma de México, a realizar el proyecto AGUA-WASSER, Coloquio y Arte Público, que se presentó a partir del mes de enero con la participación de artistas mexicanos y alemanes, entre ellos Anette Kuhn, Helen Escobedo, Thomas Glassford, Arcángel Constantini, Diego Toledo, Valeska Peschke y Minerva Cuevas.
AGUA-WASSER fue curada por el Dr. Bernd Scherer, Director del Instituto Goethe México y por el curador independiente Edgardo Ganado Kim y consistió en una serie de intervenciones urbanas, algunas de carácter temporal y otras, como la de César Martínez, que será permanente hasta que, irónicamente, el agua de lluvia la deslave. PIEDAD ENTUBADA, su proyecto, consiste en ocho kilómetros pintados con tres juguetonas franjas de pintura verde turquesa sobre el concreto que encierra el Río de la Piedad a lo largo del Viaducto. Junto con un equipo de voluntarios jóvenes y entusiastas, César empezó a pintar el 17 de marzo, terminó el 23 de mayo y presentó el proyecto al público el 27 de junio. Pintaron de noche en dirección poniente-oriente, la misma dirección de este río en cautiverio y en peligro de extinción. La arteria vial fue bloqueada para que el artista trabajara afanosamente descubriendo lo que alguna vez hubo en esta ciudad antes de que el concreto la fuera conquistando.
Cuando el tráfico permite recorrer el Viaducto a una velocidad decente, la obra aparece y desaparece como una sonrisa burlona, burbujeante. Si uno se queda embotellado, las líneas son capaces de hipnotizarnos. Me cuentan que, vista desde el cielo, es una pincelada de color sobre el gris. Aunque la pieza ha tenido una gran difusión en los medios masivos de comunicación, estoy segura de que, aunque la gente en general no sepa de qué se trata, encontrará en PIEDAD ENTUBADA un remanso visual. Agua para los sedientos.
LA ESTRATEGIA
César Martínez es chilango, tiene cuarenta años y su obra es elemental: aborda asuntos básicos, los de vital importancia, y los elementos son su materia prima. Su estrategia de trabajo es montar problemas sociales, posturas políticas y preocupaciones personales, sobre grandes bloques sensoriales a los que se acerca, precisamente, utilizando esos elementos o materiales tan primordiales para nuestra vida que todo mundo siente: el fuego, el tiempo, la comida, el aire y, ahora, el agua.
Martínez ha utilizado el fuego en múltiples esculturas creadas a partir de explosiones de dinamita y nitroglicerina sobre acero inoxidable, así como en dibujos que aparecen al explotar las cápsulas de pólvora o quemarse las líneas de este material que coloca sobre el lienzo o el papel. Desde muy joven su explosiva obra ha llamado la atención: ya en 1987, cuando apenas tenía 25 años, obtuvo una mención en el Salón de Espacios Alternativos que se llevó a cabo en el Museo de Arte Moderno en la ciudad de México. En otras de sus esculturas vemos una implosión. El fuego destruye lentamente a las hechas de cera y otras se derriten ante nosotros cuando les saca el aire que las sostiene. Posiblemente algunos de ustedes recuerden los cuerpos inflables que presentó en la galería Marco Noire durante ARCO de 2001.
Quizá el trabajo de Martínez más conocido internacionalmente son sus performances en los que invita al público a comer cuerpos humanos de gelatina o chocolate para hablar de las formas en las que las sociedades digieren (o no) tragos que suelen ser tan amargos como la religión o el racismo. En 1996, presentó un performance antropofágico como en el ciclo CORPUS DELECTI en el Institute of Contemporary Art en Londres, pero lleva tantos que bien podría acusársele de genocidio. La obra de César es seria, a veces hasta triste y dramática, pero nunca solemne.
LA BATALLA DE LAS LÍNEAS
PIEDAD ENTUBADA seguramente nos recuerda el paisaje que hemos destruido y nos alerta sobre el agua que está por acabarse. Sin duda también se refiere a la morfología sagrada Prehispánica y quien se siente a analizar con cuidado cada trazo en esta larga intervención urbana, encontrará una gran cantidad de conceptos interesantes sobre la manera en la que nuestros antepasados indígenas conceptualizaban sus imágenes. Es una obra bien pensada para su contexto y congruente con todas las propuestas anteriores del artista, para quien el diseño es tan importante como el arte, para quien lo político y lo mágico son líneas que se entretejen. Pero cuando yo recorro esa enferma arteria citadina, lo que veo es una dulce venganza: por fin alguien se atrevió a contestarle en sus propios términos al méndigo político que hizo nuestro camino más angosto con el poder de una sola línea. César Martínez le contestó con tres largas líneas al artista y nos regresó la sensación de libertad.
2 de julio de 2002.
Texto para Centro de Arte, revista virtual española