REFORMA. Miércoles 25 de febrero, 1998. Sección Cultura. pág. 3-C
Francis Alÿs, El Mentiroso y la Copia del Mentiroso. Museo de Arte Moderno, 27 de noviembre de 1997 al 15 de marzo de 1998.
EL DEAMBULAR ENTRE LOS CUADROS, BOCETOS, videos y demás intervenciones que Francis Alÿs ha realizado desde 1992, nos lleva a descubrir el desarrollo de una obra en constante gestación en la que la caminata se revela como hilo conductor.
Para Alÿs el caminar no sólo implica desplazarse en el tiempo y el espacio; supone también una forma de enajenación que propicia una abstracción del pensamiento. En una de las piezas con las que inicia el recorrido de esta muestra, el artista nos incita a alcanzar ese estado receptivo, induciéndonos a la lectura repetítiva y automática de la inscripción:
As long as I am walking, Im not choosing/I´m not smoking /I´m not losing... Entre las últimas líneas rotuladas sobre el muro, se abre un espacio en blanco que genera una suerte de ausencia, antes de concluir con las palabras I will not repeat/I will not remember. Al asociar la obra a un conjunto de fotografías de personajes anónimos v e transitan por las calles, Alÿs se refiere al carácter singular y subjetivo de la experiencia del individuo al caminar. No sólo documenta un instante, único e irreproducible, sino que alude a los múltiples senderos que pueden recorrer y que, en el momento de encontrarse, parecen bifurcarse.
Así, guía al espectador por uno de los caminos por los que se gesta su obra y mantiene una distancia que permite comprobar que las piezas terminadas no son tan importantes como su proceso creativo pues, en palabras del artista, "la invención del lenguaje va de la mano con la invención de la ciudad".
El circular, observar y detectar hechos y sucesos le ha llevado a consolidar un vocabulario artístico en el que la colección de Fabiolas ocupa un lugar determinante. El descubrimiento de la proliferación de copias del retrato de esta desconocida le incitó a rastrear las distintas motivaciones que han sustentado su reproducción, y a explorar los códigos de expresión pictórica y sus posibilidades reales de comunicación. Alÿs confronta la percepción subjetiva del artista con la mirada del espectador, al tiempo que cuestiona el estatuto de la imagen en una sociedad en la que los símbolos aspiran a multiplicarse y sólo consiguen uniformizarse. Al reunir dichas obras sobre un mismo muro, no pretende señalar su parecido sino resaltar sus diferencias ya que, sólo al observarlas en conjunto, es posible identificar sus matices estilísticos y, ante todo, evidenciar su singularidad.
Las piezas -pintadas, bordadas o esmaltadas- revelan que el carácter único de la imagen no reside en su autoría, y rebaten los criterios elitistas que han servido para determinar aquello que define a una "obra de arte". En 1993, Alÿs extiende dichos planteamientos al confrontar sus propios cuadros con las diversas interpretaciones que de ellos hacen los rotulistas de la Ciudad de México y, posteriormente, realizar nuevas versiones a partir de las variantes que estos últimos le ofrecen. Crea una cadena de producción, similar a la de las Fabiolas, en la que vuelve reversibles los procesos de plagio y creación. Ya sea que se trate de copias genuinas o de falsos originales, el aspecto intimista y ensimismado de los pequeños lienzos pintados por Alÿs se propaga entre los cuadros de los rotulistas quienes recurren, por su parte, a colores saturados y brillantes, propiciando una lectura más inmediata de la imagen.
En esta serie, los objetos y cuerpos aislados sobre fondos monocromáticos se presentan como seres autónomos que justifican su existencia interactúando entre sí, estableciendo afinidades o tensiones que resignifican el entorno. La incidencia aleatoria de un elemento sobre otro instaura un espacio de comunicación en el que el alcanzar un zapato o sostener una almohada no son actos funcionales sino gestos expresivos. Las obras sugieren, al igual que las caminatas, que la existencia se construye en base a las mímicas y a los desplazamientos que colman el vacío que envuelve y separa a cada uno de los cuerpos.
A esto se refieren también las imágenes urbanas de la serie City Squatts (1995) en la que los armarios salvan la separación que existe entre los edificios, articulando los espacios para darle continuidad sin importar cuán absurda y arbitraria parezca. Esta continuidad se hace manifiesta a lo largo de la muestra en una sucesión de imágenes eslabonadas que abarca desde las fotografías insólitas de periódicos y revistas que Alÿs suele utilizar como punto de partida, hasta los bocetos anteriores a los cuadros y aquellos que, sobreponiéndose a los lienzos, le permiten trastocarlos. Detrás de esta interpretación de los símbolos errantes, que el artista recoge en sus distintas caminatas, se suspende el flujo de una realidad inerte y cotidiana en la que, sin embargo, todo parece repetirse de manera circular.
Magali Arriola
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