Melquiades Herrera: A manera de ofrenda

Escrito por  Autores varios 20 Feb 2006

MELQUIADES HERRERA

1949-2003

Melquiades Herrera, Mauricio Guerrero y Arturo A. Díaz Belmont  (1998)

 

LA RAZÓN POR LA CUAL DECIDIMOS ABRIR ESTA OFRENDA VIRTUAL.

¿Cómo se despide uno de los cuates con los que se ha recorrido este divertido y apasionante camino del arte? ¿Cómo decirle adiós a uno de los pioneros del performance, miembro del legendario No-Grupo con Rubén Valencia, Maris Bustamante y Alfredo Núñez? ¿Qué hacer con la impotencia de saber que el trabajo de un artista brillante, auténtico, es ignorado por el aparato legitimador del arte, aún contando con el respeto y la admiración de sus colegas?

Melquiades Herrera nació en el DF. en 1949 y falleció el 18 de octubre de 2003. Estudió artes plásticas en San Carlos. Después fue catedrático ahí mismo y en la Escuela de Diseño del INBA. Impartió clases de geometría, educación visual y diseño básico. Siempre me pareció curioso que no diera clases de arte acción, aunque cuentan que sus clases eran un verdadero performance.

La herencia de las ideas artísticas de Melquiades se ve en la obra de colegas como Abraham Cruz Villegas o Vicente Razo Botey. Algunos fueron sus alumnos, otros no. Pero su manera de acercarse a los objetos más comunes, a las chácharas más baratas, tocó a muchos directa o indirectamente. Hay maestros de salón y catedráticos de la vida. Melquiades peleó en ambos frentes. Ojalá se rescate su obra, que entre a los museos y siga influenciando a nuevas generaciones. Están sus objetos y están los videos de sus acciones. 

 

Cuando me topaba con Melquiades en algún evento artístico, siempre me regalaba alguna baratija. Otorgada por este personaje estrambótico, cobraba magia. Lo último que me tocó, en la mesa redonda en la que presentamos la revista Generación en El FARO, fue una monografía sobre la matanza de Tlatelolco, de esas que se consiguen en cualquier papelería. Entregada por un artista de la generación de los Grupos, moldeada por aquel movimiento, era un comentario incisivo sobre la transmisión de la historia.

En 1999 se presentó una selección de los objetos que coleccionó Melquiades a lo largo de varias décadas en la exposición Divertimento, vacilón y suerte se presentó en la galería de la SHCP. Estos objetos aparecían en sus clases, en sus conferencias y en sus performances, que en efecto eran muy parecidos. Melquiades decía que sin los objetos él no era nada. Su trabajo tenía que ver más con el concepto que con el cuerpo, y los objetos eran su utilería, pero yo más bien diría que, sin Melquiades los objetos no eran nada.

Herrera también dejó muchos escritos que ojalá se reúnan en un tomo. La ENAP le publicó El performance ¿Tradición, moda, publicidad o arte? en 1986-87. Probablemente es la primera publicación sobre performance en México. Fue articulista y tuvo una sección de performance en La Caravana, en el canal 7, cuando era de Inmevisión.

Creo que a Melquiades le hubiera gustado su entierro. Fue el domingo en el Jardín Guadalupano, un panteón en Aragón lleno de flores, algunas naturales, muchas de plástico. Hay tumbas adornadas con objetos insólitos, bicitaxis pintados de negro con calacas moradas que llevan a los deudos por el panteón y hasta un cura con altar móvil.

Lo acompañamos medio centenar de personas, entre familia y amigos. Ahí estaban sus colegas: Arnulfo Aquino y Jorge Perezvega del grupo Mira, Adolfo Patiño de Peyote y Cía., Maris Bustamante del No-Grupo, Carlos Blas Galindo, Luz del Carmen Vilchis (directora de la ENAP), Hugo Corripio, Antoni Garci, Dulce María de Alvarado, Víctor Lerma, entre otros. Lo despedimos con un aplauso Mientras bajaban el féretro, a lo lejos se oía un trío norteño, con todo y acordeón, tocando las mañanitas.

¿Ahora dónde habitará Melquíades? ¿En los objetos que coleccionó, que ojalá terminen en un museo? ¿En las fotos de sus acciones? ¿En sus textos, como el triptiquito El performance ¿Tradición, moda, publicidad o arte? que le publicó la ENAP en 1986-87? ¿Se convertirá en mito y el Modern Tate en Londres adquirirá los videos de sus acciones, tanto los que hizo ante público, como los que realizó para la tele? ¿Nombrarán una bebida en su honor en la cantina El Nivel, que tanto frecuentaba? ¿Lo veremos en mil objetos que ya aprendimos a ver como él?

No lo sé. Sin embargo, los días subsecuentes a la muerte de Melquiades, después de escribir en el periódico sobre su deceso, me empezaron a llegar correos electrónicos de artistas, curadores y de sus estudiantes con recuerdos del artista. Me di cuenta que Melquiades está metido muy adentro de muchas personas, en ese lugar en el que se guardan la inteligencia, el humor y el asombro, cerquita del corazón. Esa es la razón de esta ofrenda.

Mónica Mayer

 

DE SUS AMIGOS

DE FELIPE EHRENBERG

21 de octubre en Brasil 

Si algún artista alguna vez me ayudó a ratificar sospechas, a cimentar convicciones, a trazar rutas, a ver al mundo que me rodea de una manera totalmente distinta a la visión de tantos pensadores, incluyendo mentes tan claras como las de Monsiváis o José Emilio Pacheco, ese artista fue Melquiades Herrera. Lamento su fallecimiento de la manera más íntima; lo traduzco como una pérdida personal enorme, imposible de describir.

A la familia de Melquiades, a Maris (su cómplice en el No-Grupo), a sus vecinos cercanos (que son muchos), a los colegas que nos agrupamos en colectivos hace un casi un cuarto y que entonces y desde entonces gozamos de su lúdica lucidez, a sus amigos que no conozco, a sus alumnos, a todos los que Melquiades logró unir y que aprendimos de su bizarro sentido de humor, de su sardónica bondad, de su penetrante mirada extraviada, de su mexicanísima lógica, de sus matemáticas más conmovedoras, mi más sentido y fraternal pésame.

En este instante de dolorosa sorpresa, lo único que se me ocurre, lo que más dolor me causa, es la posibilidad -por lo demás muy real- de que la muerte de Melquiades pase desapercibida, salvo para quienes lo conocimos. Propongo que abramos nuestras casas, nuestros centros y espacios de trabajo para prepararle, este próximo Día de Muertos, las ofrendas más espléndidas y asimétricas posibles. Ni dudar que Melquiades se apersone, encantado, para añadirle a lo que le ofrendemos ese su toque singular, único. Se me ocurre que escogió irse justo a tiempo para darnos tiempo de elaborar nuestras décimas y calaveras...

 

DE ROCÍO BOLIVER

Mi mismísimo Melquiadexxx. Que roncanroll con ese corazón de pilas de plástico rojo que como clavel en el ojal parpadeaba luz rosada en tu pecho dándote vida para sacarnos una sonrisa. Se apago? Sácate un juguetito por
ahí y ponte a aventarnos tortas envueltas en bolsas de plástico a manera de mierda. Vete por alguna calle del centro a encontrar esas verdades encerradas en juguetitos desechables de a varo. Si el pedo no es tan complicado, verdad? Se vale reírse... jugar. Tu Congelada llena de vellos públicos tu cuerpo y te explota en miles de luces: "A !!!!!!!!!"
Brindo por tu irreverencia llena de sabiduría  irónica, camuflageada tras un simple juego de niños.

 

DE JOSEFINA ALCÁZAR

MELQUIADES HERRERA

                        noviembre/2003

 Con su frac de colorines
y sombrero de bombín
lo creyeron un catrín
caminando en adoquines

Ay mi Melquiades Herrera
el artista de la acción
que su gran fascinación
era reír por doquiera

Luego lueguito llegando
una acción ya se aventó
de risa a todos mató
todos muertos disfrutando

En el cielo ya organiza
un festival especial
ai nos veremos carnal
llegaremos, mas sin prisa
 

DE FLAVIO MONTESSORO

Hace 5 o 6 años comencé a interesarme por una onda llamada performance, gracias a un festival en X-Teresa.

Pasó el tiempo y mi inquietud pasó de ser un observador pasivo a sentir la necesidad de realizar una acción, esto fue gracias a un holandés que no recuerdo el nombre, era popol, o algo así, y lo vi en otro festival, me parece que en el 98 o 99.

Para entonces ya había leído en X-Teresa cosas de performanceros como Uds., Maris y Melquiades, siendo
este último con el cual me identifiqué, por la temática de su obra, curiosamente comencé a ver más cosas de él, conferencia-acción en "el Puerto de Veracruz", foto de él en "el Nivel" y como olvidar su muestra en el museo de Hacienda en la calle de Guatemala, se llamaba Divertimento, Vacilón y Suerte. Fue la presentación de su colección de chácharas y objetos dudosos y encontrados como el afirmaba. Tengo un catálogo de eso que me dedicó. Fui no se cuantas veces a verla y el nombre de Melquiades se metía más entre mis artistas favoritos y mas frecuentes las cosas que encontraba con relación a él.

Un día en la Ibero recuerdo haber visto un video donde hablaban del No grupo y estaba filmado en un depósito de carros chatarra o corralón. En fin, el caso es que una amiga mía un día platicando me contó que tenía un maestro loquísimo y que me encantaría conocer, era precisamente Melquiades. Inmediatamente me metí de colado a sus clases en la escuela de diseño del INBA, y fue como me acerque a él.  el momento que tengo muy grabado en la mente es un día en el museo de Arte Moderno,  en esas sesiones de Ven a tomar café con....  y esa vez fue con el Maestro. hablo de arte actual mientras unas señoronas le preguntaban de bodegones y naturalezas muertas. El las bateaba. Al final le pregunté ¿como hago para ser performancero?, y me contestó muy serio, pus nada más hazlo y ya. Fue chistoso como ese comentario cambió mi vida hasta ahora. la última vez que recuerdo haberlo visto fue un día que fui a San Carlos a preguntar sobre la maestría, y el llegaba corriendo a dar su clase. Le pregunte si podía entrar de oyente y me dijo que no, le recordé que estuve en el EDIMBA así y muy serio me respondió que muy mal hecho.

Este semestre entre a la Maestría y una de mis grandes ilusiones era empaparme con este señorón de la locura,
desgraciadamente me dijeron que estaba muy malito y bueno, lo demás ya fue. Realmente me puse muy triste.

Melquiades,
gracias por tu legado y tu locura.


 

DE DAVID GARCÍA AGUIRRE

Hola, el motivo de estas líneas, son para integrarme al buen número de personas que compartimos de una manera intensa la vide del fallecido Melquiades Herrera, ya que lo conocí siendo mi maestro en la escuela de diseño y terminó siendo un buen amigo, el cual participó en un par de exposiciones individuales que monté. Por extraño que parezca, los temas de las dos participaciones performanceras de Melqui, giraban en torno a la muerte, no se si un par de fotos de él y algunas notas tomadas sobre su pensamiento de la muerte dentro del performance, pudieran ser de utilidad para  esta enorme ofrenda virtual que bien merecido se la tiene.
Espero su contacto.

Gracias
Atte. David García Aguirre

 

DE CARLOS ZERPA

QUE DECIRTE... DUELE QUE UN AMIGO MUERA SABER QUE YA NO PODRÁS ABRAZARLO MAS... HABLAR CON EL COSAS INTERESANTES.... LA VIDA ES ASÍ... LA MUERTE ES ASÍ... NO NOS HAN ENSEÑADO A COMPRENDER ESTO DE LA MUERTE. CARLOS ZERPA

 

DE MARÍA DE LOS ÁNGELES SOBRINO

Con profunda pena me he enterado a través de su nota publicada ayer, sobre el fallecimiento de Melquiades Herrera.

Tuve, junto con mis compañeros del Museo de la SHCP, el placer de coordinar la exposición de Divertimento, vacilón y suerte en la Galería de la SHCP, y la verdad fue un gran experimento, ya que el montaje de esta muestra, fue, en si, un gran performance.

Queremos, que por su conducto, dar nuestro más apreciado pésame a los familiares de Melquiades, al tiempo de pedirle nos informe sobre cualquier evento organizado en memoria de nuestro querido amigo y maestro.

Nosotros, asistiremos \"Al nivel\" para recordar los agradables momentos que pasamos en este sitio al lado de Melquiades, quien con su vaso de agua mineral en mano, escuchaba, escuchaba y escuchaba.

Saludos

María de los Ángeles Sobrino
Subdirectora de Control de Colecciones, SHCP

 

DE DANIEL ZAMITIZ

Que tal como están, yo estoy muy triste por lo que leí hoy en tu columna, creo que me he deprimido. 

Yo tuve la fortuna de ser alumno de Melquíades, fui de la ultima generación de licenciatura, nos dio clase en san Carlos ya que éramos del PAEA. Nos dejo de dar clase por la diabetes:  un día se quedo ciego de un ojo y se fue a casa.

La vida de Melquiades era un performance. Siempre llegaba vestido de distinta forma. Recordare siempre cuando llegó trajeado y con banda presidencial o el día del niño se vestía de duende, siempre combinando los colores. Por ejemplo: si venia de rojo traía Malboro rojos y coca cola. Si era verde refresco de limón y cigarros mentolados.

Parte de su clase era revisar todo tipo de objetos maravillosos ( chácharas) que traía en su maleta. Aun cuando lo encontrábamos en inauguraciones y conferencias nos mostraba lo que traía en su bolsa mágica y al voltear siempre estaba rodeado de gente haciendo cola para ver su maleta.

Alguna vez, estando yo solo en el taller, los demás aún no llegaban de dibujo, tenia un bastidor grande que tapaba la vista de medio taller.  Era la hora de Melquíades. Entró caminando y no vio a nadie. Preguntó si no había nadie. Le contesté que no y se fue.  Al día siguiente nos dijo que no dio clase por que una voz le dijo que no había nadie y por eso se fue.  Él  era un hombre muy misterioso, desde su vista desviada que nunca sabías a quién estaba viendo porque sus ojos miraban a otra parte. Nunca supe si estaba casado, si tenia hijos, sabia que vivía en ciudad Azteca.

A veces nos contaba cosas de su infancia. Su forma de enseñar era maravillosa. Siempre nos decía que entonces como le enseñabas geometría a artistas.  Aprendí muchas cosas que de otra manera no las hubiese captado. Hubiese querido mas. Hace un rato estuve usando objetos cotidianos (kitsh maravillosos) que adquirí con él las veces que puso su puesto en Ex-Teresa: como un peluche del tamaño de un llavero del que estoy haciendo una serie fotográfica o un cortaúñas con la Venus de Milo.  El viernes pasado estuve hablando con unos cuates de Melquíades.  Esta semana iba a ir ha buscarlo para hacerle una sesión fotográfica que había estado planeando hace tiempo. Lo busque en San Carlos hace como 5 meses y me dijeron que había estado dejando de ir porque estaba enfermo- Que tristeza. Quisiera saber si me puedes dar la dirección del cementerio para ir ha verlo; para tener aquella sesión fotográfica que nunca pude concertar. Habrá que hacerle un homenaje... una expo antológica. 
   

DE LORENA MÉNDEZ

Conocí a Melquiades en la Academia Nacional de San Carlos y tenía la características común de algunos "grandes" hombres que he conocido; LA SENCILLEZ. Me quedé con deseos de ser su discípula formalmente porque cuando se lo pedí me contestó:”de ninguna manera colega, no es necesario y no puedo permitirlo". A partir de entonces me conformé con sentarme alguna tarde a platicar con él en la banquita negra que está en el primer piso de la Academia. Tenía que ser antes de las 5 pm. porque a esta hora iniciaba su clase para un grupo de maestría.
 

DE MORO (DULCE MARÍA DE ALVARADO)

El otro día que fui al centro Histórico y caminé por esas calles del rumbo que yo llamo "el arrabal" y vi todo tristísimo, allí faltaba Melquiades husmeando, chachareando, atacado de la risa ante un descubrimiento.... y me quedé con la idea de que: Ya nunca jamás cháchara alguna será comprada con tanta dignidad, tino, y buen destino como aquellas que Melquiades elegía cundo buscaba y encontraba aquel objeto que precisaba. Ahora sólo serán chácharas, ya no serán convertidas en arte objeto o en partes de un todo que eran sus acciones o piezas que nos regalaba y que coleccionamos y atesoramos como melquiadescas. En esas calles, en el Nivel, en San Carlos y en el metro, su ausencia presentificada nos acompañará mientras no lo olvidemos.

Gracias maestro Melquiades, hasta siempre jamás.

 

DE CÉSAR MARTÍNEZ

Melquiades Herrera, el peatón profesional

De gran capacidad exploratoria, recorriendo por la anxiudad de México,  entre sus límites y rincones, Melquiades Herrera hacía del caminar, un oficio. La calle era para él no sólo el trayecto, sino la senda de una gran biblioteca visual y conceptual, un proyecto en si. Entre las vías de edificios y solares, trataba a  los puestos de venta como librerías o instalaciones performativas, de las que escogía sus más selectos volúmenes, que bien podrían ser geométricos o literarios.

Marchand de Sonora Market, Lagunilla era su barrio, aunque él provenía todos los días de un sitio metafórico y legendario llamado Azteca City.  Emigraba desde ahí cotidianamente al centro del D.F.Kaos para convertirse en un marchante feroz de toda cháchara alternativa y los reflejos del arte pop involuntarios, tan presentes y cotidianos en nuestras grandes colecciones de objetos estéticos de nuestros museos caseros. Después de examinar las circunstancias, consolidaba alrededor de cada objeto en su poder, la unificación de la diferenciación o la lógica incoherente. Por ello podríamos decir que muchos de nosotros tenemos un Melquiades sin firmar en nuestro museo personal; pues él ha sido el creador de un nuevo ready made a los que podríamos llamar el “instant made” o los “ya hechos” o los “yo no lo pinté”.

  Yo no lo vi primero, sólo lo pensé antes que todos, parecía que nos comunicaba cuando nos descubría la sustancia básica de sus conceptos

 De sentencias, agudezas, dichos ingeniosos y palabras con comportamientos extraños era lo que guardaba en su famoso portafolio Samsonite o bolsas del mandado. Complementos de moda necesarios para consolidar una imagen en un artista de performance como él.  Ahí  escondía  el mito del Popocatépetl y a los hijos de la Malinche Monroe, también había pedazos enteros de chicharrón de cerdo y hasta una botella de whiskey para regular la hipertensión de la que padecía y consolidar la fe en lo desconocido.

 Melquiades en cada paso halló una trama, bocetó conceptos, descubrió unidades múltiples, y nos permitió contemplar en su andar por el camino del arte actual la consistencia de la inconsistencia y el goce psíquico de los objetos. A menudo  tropezaba con los comics de Los Agachados, Memin pingüín y Roy Lichtenstein para caer sobre las teorías de Hermelinda Duchamp y Kalimán Bretón.

 El territorio del pensamiento a menudo fue para él un camino con paisajes surrealistas. Se trasladaba de la alegoría a la alegría, del conocimiento al ICONOcimiento, de Groucho Marx a Martin Gardner. “Melqui” rompió la regla y no hizo camino al andar, hizo  performance al caminar, pues conocimiento y acción estaban íntimamente vinculados en su diario recorrer. Caminar con Melqui, por no decir conversar con él, era un ejercicio material y efectivo, grouchomarxista y afectivo, no objetualista y sí conceptualista. Si Groucho Marx planeó regalar un huevo frito durante la presentación de su libro autobiográfico “Groucho y yo”, “Melquiades y él” en su equivalente hubiera propuesto unas de requesón con salsa bien Picabia como souvenir simbólico.

 Inquietado por las matemáticas, estudió profundamente a Martin Gardner y sus matemagias. Pasión que le llevó a resolver ecuaciones conceptuales, y a crear imposibles fantásticos. Era el mero mero dadaísta de los números irracionales. Una tarde en la cantina más antigua de México, “el Nivel”, nos dio una cátedra performática sobre el reloj de bolsillo del conejo  en Alicia en el País de las Maravillas y la estupidez del mundo intelectual.

 Es el inventor de la insólita cháchara alternativa, o conceptos portátiles, los de primera mano, los que no tienen fecha de caducidad pero que sí se evaporan en la fugacidad del instante, y al mismo tiempo nos prolongan en lo inmediato.

 Era un gran magazo, capaz de convertir un restaurante en un supermercado con sólo voltear la dirección de un símbolo, “algo que ni siquiera David Copperfield se atrevía a hacer”, en palabras suyas al realizar este truco conceptual. Entre otros trucos también fue capaz de encontrar un ángulo de 90º a un triángulo equilátero y de convertir a una gallina en un círculo.

 Sus teorías sobre la incertidumbre del conocimiento, su sonrisa llena de seriedad, su inteligencia feroz y certera, su agudeza hilarante, su doble visión profunda, y las variables al péndulo de Foucault que nunca buscó pero sí encontró me impiden olvidarle y me hacen recordarle a menudo por la fuerza de su gran influencia otorgada en mi trabajo y en la de muchos otros. Melqui es uno de los grandes héroes conceptuales en la historia del arte mexicano.

 Ahora ya no está entre nosotros, la muerte se lo llevó, pero se ha quedado en  nuestro co-razón razonante, y al mismo tiempo tiene en nuestro latido un respiro y un suspiro de tiempo. Ahora es ahora y el siempre siempre. Se fue a donde todos, al lugar de siempre, en donde somos eternos, en la propia muerte. Pero yo no me olvido,  eres un sentimiento predilecto lleno de conocimiento y gratitud que se llama Melquiades Herrera Becerril.
 

César Martínez

1 de noviembre, Valencia, España.
Día de todos los Santos y Blue Demon

Esperé a estar en Valencia, España, para escribir este texto a mi amigo Melqui, sólo para hacer sonar a otro gran “filoso” de las artes no objetuales: Rubén Valencia † (enero de 1980), amigo y colega de Melquiades Herrera,  y maestros de lo cotidiano, que junto a Alberto Gutiérrez Chong hacían el trío galaxia.

 

DE MARTÍN GONZÁLEZ

Cariñito azucarado, que sabe a bombón.

Tengo un corta uñas con la imagen en relieve de la Venus de Milo en color dorado, se lo compre a mi maestro Melquiades por cinco pesos, ahí la belleza vive y se manifiesta de distintas formas.

Una semana después de haberte sepultado, estaba viendo el programa de Facundo, Toma Libre, acerca de cómo desperdiciamos nuestro disco duro con información que no sirve.

Cuando a la gente se le preguntaba acerca de algo relacionado con la vida de las “estrellas”, contestaban acertadamente en la mayoría de los casos, pero cuando las preguntas pasaban al ámbito del conocimiento en general, no sabían que decir o decía alguna barbaridad.

No me molesta que a la mayoría de la gente no sepa quien fue Melquíades R. Herrera Becerril, no tienen porque saberlo. Sin embargo, lo que sí me molesta e incluso me llena de coraje, es que en el medio, que como bien tu dijiste un día, vulgar y caníbal, no te haya despedido o mencionado como tu te lo merecías. Que unas cuantas notas solo hubieran salido de la generosidad de quienes te conocieron, te quisieron y te admiraron.

Solo puedo ofrecerte y darte las gracias por el tiempo que nos permitiste escucharte, aprender y des-aprender, contigo ya hubo temores, ni duda alguna, comprendí que el mejor artista no es el que más vende o tiene más éxito económico que otros, ni el que más expone, ni el que expone en los espacios más renombrados, ni el que mejor sabe teorizar, ni el más famoso, ni siquiera el que más convicción tiene, el mejor artista es aquel que es reconocido por sus iguales, y ese fuiste tú, mi querido y entrañable maestro.

CIUDAD DE MÉXICO NOVIEMBRE DE 2003

     

 

DE EDUARDO FLORES

Seguir la línea. Punto.

Escena 1. Escuela Nacional de Artes Plásticas, Ciudad de México. Primera clase de dibujo del semestre. Alumnos escépticos y con flojera. Llega el maestro. En silencio, se para frente a todos y dice: “El tema de hoy es: la línea”. Saca un marcador negro, lo posa en el pizarrón, y comienza a trazar cuidadosamente hacia su izquierda una línea recta horizontal. Llega al borde del pizarrón y lo salta. Sigue trazando sobre los ladrillos del muro. A los alumnos no les parece realmente extraño, sino hasta que traza sobre la puerta, y sale del salón. Ellos esperan 10, 20, 30 minutos. El maestro no regresa. Una comisión espontánea sale a buscarlo. Sigue el cordel de tinta por los muros de los salones, las oficinas administrativas, las plantas, la reja amarilla que delimita el plantel. “La” línea sale por la puerta y continúa por las paredes exteriores de la escuela y por los edificios adyacentes, hasta llegar a la parada del microbús. Aparentemente, la línea siguió su recorrido hasta perderse en la pared móvil, ahora ausente, del transporte público.

 Escena 2. Escuela Nacional de Artes Plásticas. Segunda clase de dibujo. Alumnos aún escépticos y con flojera, pero intrigados. Llega el maestro por el lado derecho del salón, trazando en la pared una línea paralela al suelo. Por fin, llega al pizarrón y conecta la línea con su lugar de origen. Ante la mirada atónita de los alumnos, el maestro voltea y les dice de frente: “Ahora veremos: el punto”.

 No puedo decir que haya conocido realmente a Melquiades Herrera. Para mí, como artista formado en las aulas de La Esmeralda, Melquiades fue parte de esa generación olvidada por nuestras instituciones culturales: los artistas de los 70’s. En las clases de arte mexicano, e incluso en nuestra memoria institucional (los libros, tesis, investigaciones y estudios académicos producidos en nuestras instituciones) se pasa directamente de la ruptura al neomexicanismo y los años 90´s. Aún cuando la generación de los 70’s introdujo los lenguajes del arte contemporáneo a la escena mexicana, estos artistas parecen estar condenados a la inexistencia histórica. Probablemente su voluntad de tomar posiciones políticas explícitas tenga que ver con esto. El acendrado malinchismo y la definitiva transculturación de nuestra más nueva generación de artistas, también tiene que ver. Por lo que sea, toda esa generación setentera es vista por los jóvenes como algo demodé, una especie de producto folclórico: simpático, interesante, pero menor.

 Ante esta situación, a mi modo de ver totalmente injusta, esos artistas han reaccionado en diferentes formas. Algunos han tratado de hacer una tarea que no les debería tocar: recuperar sus memorias. Otros parecen tratar de construir su propia leyenda. Otros más cambiaron totalmente su discurso y técnica para adecuarse a los nuevos criterios institucionales globalizados. Sólo unos pocos decidieron simplemente continuar trabajando sobre su propia línea artística, sin forzarla ni desviarla artificialmente. También en este sentido, Melquiades Herrera fue un maestro. Aunque a contracorriente, en un ambiente donde la humildad no es precisamente la actitud más apreciada.

 Escena 3. Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”. En un tablero de avisos aparece una hoja de la dirección lamentando el fallecimiento de Melquiades Herrera. No causa sorpresa en los estudiantes. Cuando la usual indiferencia total es rota, generalmente es por un parco: ¿Y ese quién era? La extrañeza no dura más que los cinco días que sobrevive el papel en el tablero.

 Cuando murió Armando Sarignana hace muy pocos años, sólo un pequeño grupo de artistas y amigos cercanos encabezaron el único intento de reconocer su ardua labor de impulsar las propuestas y los artistas jóvenes de su momento. Me pregunto si así, entre el desinterés y la ignorancia inducida, seguiremos viendo cómo muere nuestra memoria artística ante la indiferencia total de las instituciones encargadas de preservar nuestra memoria histórica. Ojalá que alguien reconozca, o simplemente recuerde, las líneas trazadas por este y por los demás Melquiades Herrera. Punto.


DE MARIS BUSTAMANTE

EL ARTE HA MUERTO Y NI CUEVAS PODRA RESUCITARLO!!!!!!
Recordando a Melquiades

Esta frase se hizo famosa en la Escuela de San Carlos cuando Melquiades Herrera Becerril la hizo como una pinta en uno de los muros de lo que se conocería después como “el Anexo”, allá por el año de 1970, creo. Dicen que Melquiades usaba barba y boina en esa época y que ya desde entonces tenía muy claros sus placeres en este mundo: fumar, beber con sus amigos, comer y el mejor de todos: alimentar su curiosidad con todo aquéllo que se conectara con su forma de vida cotidiana, que era dirigir incansablemente su inteligencia hacia el arte, recorriendo las calles de esta ciudad.

 Hay muchas maneras de valorar la importancia de los artistas y sus obras. Para mi son dos las importantes sobre todo en el caso de los artistas conceptuales y no objetuales. Una de ellas es por la obra aportadora material efímera que dejan muy bien documentada y la otra por la influencia que ejercieron en las formas de pensar de su momento. Juntando las dos obtenemos individuos muy robustos, realmente de excepción.  En el sentido tradicional de medir a un artista, Melquiades no dejó una obra vasta ni tampoco catálogos ni libros editados sobre sus teorías conceptuales del arte, porque precisamente a él, le preocupó dejar sus ideas y sus obras, hasta sus escritos, en lugares que encontraba en la realidad, como nichos especiales para eso. No fué de esos artistas neuróticamente preocupados por la fama o por estar en el mercado del arte, y mucho menos se preocupó por acercarse a la gente por lo que le podía conseguir en el ambiente artístico. Por eso todos los que lo conocieron, lo respetaron. Pero ciertamente nos dejó una herencia muy significativa. Nunca retrocedió en sus posiciones frente al arte y los artistas. Asumió la parte no objetual de su persona creando un personaje exactamente igual a si mismo pero público. Muy pocos tuvimos acceso a la vida privada de Melquiades.

 Todos aquéllos que lo conocimos no lo olvidaremos jamás y me atrevería a decir que aquéllos que no lo conocieron personalmente, pero que oyeron hablar de él, tampoco van a olvidar lo que oyeron, las anécdotas que sobre él se dijeron. Es más, aún cuando no se hubieran presenciado sus acciones y sus actitudes directamente, son tan ricas e inusuales y tan llenas de un humor mexicano tan áspero e imperdonable, que casi se ven de bulto. Al escribir esto, yo misma recupero imágenes aún hoy increíbles, como su propia persona siempre acompañada por un portafolios muy especial: un estuche viejísimo de madera de esos donde los estudiantes de las escuelas de arte guardan los óleos. El guardaba cosas increíbles ahi. Desde luego que el verlo asi, siempre provocaba los mismos chistes: que si era pintor de paisajes, que si no podia dejar la escuela atrás, que si con la Academia a cuestas o que si ahí cargaba hasta a su madre… Siempre se reía de lo que le decíamos.

 Melquiades siempre fué un caballero, muy elegante hasta cuando nos invitaba unos tacos de barriada eso si, muy selectos, y ante muestras de excesiva vulgaridad guardaba un rotundo silencio. Contestaba las agresiones directamente pero con paciencia, casi con lentitud pero con la mirada fija en el otro, fuera éste contrincante o no. A veces las contestaba sólo con una carcajadota tan aparatosa y de un estilo tan de él, que su efecto era tan grande como si se hubiera tratado de una devastadora afrenta. Sus risotadas siempre se oían desde lejos. Y ahora que hablo de su mirada siempre fija en sus adversarios, ¿cómo olvidarlo mirando o mirándote? Uno de sus ojos siempre estaba desviado lo que cuando lo conocías poco te desconcertaba. Y a pesar de este defecto, su mirada en lo visual siempre era certera y directa y quiero decirlo asi: siempre daba en el blanco. Qué paradójico que una persona pueda tener un ojo chueco y que pueda ver tan bien, cuando casi todos los otros teniendo los ojos derechos, de dos no se les hace uno….

 No solamente era grato compartir con él el que le gustaba estudiar, sino que lo que estudiaba e investigaba siempre era sorprendente, como si todos los pedazos que iba juntando lo llevaran siempre a un verdadero descubrimiento que sabía compartir sólo con algunos elegidos. Considerando el drama de casi la mayoría de las personas que conocemos, las cuales casi nunca tienen ni objetivos ni blancos ni pasiones en esta vida, pues él era como un sobredotado en eso. Por eso también era certero como maestro y como amigo de sus amigos. Me imagino que el que sabe ver, como lo hace todo el tiempo y esto le causa un placer inmenso, pues repartir de lo que le saca a la realidad hace que ese placer aumente.

 Asi que se me ocurre imaginar al Gordo siempre viendo clarito clarito como está armada la cosa en este mundo de humanos y por eso ocuparse él y su tiempo en lo que verdaderamente tiene importancia, para burlarse y divertirse con los absurdos y en darse gustos relevantes y de oportunidad histórica, o sea, ahorita. Preparaba mucho sus apariciones en exposiciones o eventos académicos que consideraba requerían de su presencia y nada en su atrezzo era debido al azar. Llegó a conocer y calibrar muy bien el impacto de su presencia ya que era muy alto y corpulento, asi que mientras muchos veían a un ser estrafalario, los enterados veian un performance de carne y hueso.

 Como Melquiades nació el 24 de mayo de 1949, tenía 54 años cuando murió el pasado 18 de octubre. Cuando lo llevábamos a enterrar entre familiares, amigos, fans y alumnos, me acordé de cosas que nos habían conectado, las agradables y las muy tristes, porque todo lo que vale la pena en esta vida, duele. En medio de estas sensaciones miré alrededor en el cementerio donde Melqui se quedó y vi cosas que a él le hubieran divertido, como la joven con paraguas que era como la edecán de su entierro y que nos avisaba que iban a pasar el agua bendita, que le podiamos echar la tierra al ataúd, en fin. También había un sacerdote en un púlpito portátil, como un display, desde donde esperaba solitario a aquéllos que requirieran de sus servicios como si fuera un performancero antes de empezar su acción. Adolfo Patiño me dijo que la caja en la que iba Melquiades tenía un acabado como de diamantina y que era perfecta. Tal vez para que fuera realmente perfecta sólo le faltó que se le hubieran acomodado encima algunas piezas selectas de las miles que constituyeron su colección de objetos, todas de un kitch sublime, que fué coleccionando a través de los años. También algunas de sus fotografías hechas en Polaroid, como aquélla serie sobre los cofres de los coches los que a través de sus tomas encontraron un personaje como para existir y ejercer un nuevo rol en la ciudad. ¿Cómo olvidar su caja de gelatinas? Gelatinas de poliéster exactamente iguales a las que vemos en la Merced y en los mercados.

A pesar de que cuando se muere gente como Melquiades dejan en el mundo un hoyo negro indescifrable, por otro lado me animo, porque quiero imaginarme a Rubén Valencia esperándolo en el lugar de Nunca Jamás para ahora si, entre los dos, hacerle la vida imposible a Dios.

 

DE ERIK OLIVARES

Mi más descabellada conjetura: ¡Melquiades Herrera es  el Duchamp mexicano!

            El performance no es un espectáculo en el sentido hollywoodense,
           es más bien arte-acción y el cine de Hollywood es arte de acción,
           ahí está la sutil diferencia

Melquíades Herrera

 Con el arte-acción, el kitsch, el humor, el objeto como su actitud y forma de vida, “el Gordo” nos hereda, un gran legado.

Siempre propositivo, sagaz, misterioso y con amplias expectativas sobre el arte y el diseño por demás interesantes, y mas aún para quienes lo conocimos más de cerca; nos deja una visión amplia, crítica, certera y a explorar en el arte y diseño contemporáneo mexicanos.

 Vanguardista, siempre rompió esquemas, tanto artísticamente como a nivel docente. Interdisciplinario, incursionó en todo: el teatro, cine, televisión, fotografía, diseño, literatura y poesía, comprometido con la docencia a un nivel conceptual excepcional. Su propia vida fue una gran acción plástica, su obra fue él mismo, en el sentido más puro.

 Conocí a Melquiades en la EDINBA, era profesor en la facultad de diseño gráfico. Recuerdo que siendo aspirante a esa escuela asistí de oyente a una de sus clases y quedé fascinado. Cuando entré finalmente a estudiar allí en el año 90, no dudé en hacer las permutas necesarias para lograr ser su discípulo.

 Justo ese mismo año y a raíz del entusiasmo por el arte y el diseño que nos contagiaba Melquiades Herrera y Alberto Gutiérrez Chong entre otros elementos, conformamos entre Juan Nava, Ramón Navarro, Paul Alarcón y yo, el grupo de performance Inseminación Artificial, quienes después de un fructífero despegue y trayectoria en la Escuela de Diseño del INBA, y realizar innumerables acciones en diversas instituciones culturales (ENAP, UAM, Museo del Chopo, el X’ Teresa y los festivales internacionales de performance, etc…) entre los años 90 a 95, disgregándose finalmente y tomando cada uno de sus integrantes distintas directrices.

 Particularmente, Melquiades me dejó los fundamentos suficientes para mi desarrollo como diseñador y artista. Asimilé el trabajar con el humor, ser multidisciplinario, analítico, propositivo y coherente, el no dar límites a la búsqueda creativa y encontrar certeras soluciones a pesar de los recursos, como él mencionaba: “a menores recursos, mayor creatividad”; a salir de los esquemas con propuestas con inteligencia, interés y eficacia, dominando los conceptos, códigos y estética.

 Como consecuencia de todo esto me interesaron los medios audiovisuales, el factor tiempo y espacio, la interacción, los medios electrónicos y la multimedia. Literalmente influyó de tal manera en mí, que marcó mi visión respecto al quehacer del diseño y su convivencia con el arte.

 Ahora sostengo que el diseño es global y local, interdisciplinario, y que los diseñadores actuales y futuros deben y deberán tener la capacidad de medir, equilibrar y componer conceptos con una visión y utilidad planetaria y responsable, sin limitarse solo a su país o sociedad; la capacidad de inventar y descubrir soluciones más allá de las tendencias estereotipadas y trilladas; que los diseñadores futuros deberán tener una visión adelantada, con una forma de estructuración de los proyectos modular, multidisciplinar, complementaria, expandible y mutable.

 En alguna ocasión le pregunte: Melquiades, ¿cuál es la diferencia entre arte y diseño? A lo que el me respondió:…– “yo no sabría definirte lo que es arte y diseño, pero si se cuando se manifiestan”–.

 Como muchos otros de sus amigos y alumnos, recibí de el un gran cúmulo de enseñanzas y que ahora, como docente, intento sembrar indiscriminadamente en diversos estudiantes de arte y diseño de aquí y de allá.

 Melquíades Herrera es y será indiscutiblemente para la historia del arte contemporáneo en México un referente, al que no hay que olvidar, pues tuvo una trayectoria impecable y trascendente ya que seguramente, lo “intangible” de su arte marcó a muchas generaciones y esperemos que siga siendo así, si nos ocupamos de ello.

 Mi querido Melquiades, Alberto Gutiérrez me decía que eras mi gurú, y así es, al igual que él y otros más. Gracias por todo, por tu amistad, tu arte “chido” y tus enseñanzas; te echaré de menos y tú a tus patitas de pollo cocidas, con salsa valentina y limón acompañadas de una coca-cola bien fría.

Barcelona, 19 de diciembre de 2003.

ERIC OLIVARES
Diseñador y artista newmedia
Istituto Europeo di Design
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DE ARTURO ALFONSO DÍAZ BELMONT

Semblanza de Melquiades Herrera en dos que tres tiempos académico-anecdótico-simultáneos

La primera ocasión que supe de Melquiades yo era estudiante en San Carlos a  finales de los 70’s, entré casualmente a una conferencia en el viejo salón de actos adyacente a la dirección y Él formaba parte del auditorio , me llamó la atención no solo por su aspecto regordete y su mirada estrábica con  cierto  aire a lo Gaspar Henaine Capulina aderezado con mezcla de actitudes a lo Beto el Boticario y Don Facundo, sino por su defensa del Arte conceptual; mientras con mis compañeros de generación luchábamos con vehemencia por rescatar en el plan de estudios de la ENAP el oficio del dibujo y el ejercicio de la pintura vinculados a la conciencia social, Él debatía sobre Duchamp, citaba a Lewis Caroll, renegaba de la Escuela Mexicana de Pintura y retaba al que se interesaba en resolver el cubo de Rubik sin hacer trampa.

Ingresé en 1990 como docente a la EDINBA en la extinta carrera de Muebles cubriendo el curso de Orden Básico como asistente de Jorge Best quien tomaba su sabático y luego luego supe de que Él; formaba parte de los profesores de Orden Básico pero en la extinta carrera de Gráfico, junto a Rebeca Hidalgo Wong y Alberto Gutiérrez Chong –el ala ‘chinese’ de la EDINBA–. Eran obligadas las exposiciones en la Galería  de los trabajos de alumnos en todas las carreras, al fin de cada curso anual y como era mi año de benjamín, acaté el encargo de mis compañeros para montar los trabajos de mis primeros pupilos, me llenó de alegría el observar expuesta una caricatura elaborada por alguno de los alumnos de Melquiades quienes a manera de chunga habían rebautizado el curso de Él como: Orden Trágico. Era lógico que así fuera, pues los conocimientos que impartía se aderezaban con chistes, anécdotas, mini perfomances y demás prácticas que un pedagogo le llamaría curriculum oculto, pues sus cursos eran de lo más variado y divertido, así como asistémicos, llenos de citas y breviarios de la cultura del siglo XX, Él junto con Alberto G. Chong formaban la dupla irreducible del vanguardismo artístico en EDINBA. Melquiades permaneció en la escuela  gozando del reconocimiento de sus autoridades no obstante se demorara semanas, meses en la entrega de calificaciones y no era raro que las extraviara o te las transcribiera en una servilleta de papel; pocos meses después en unas vacaciones de invierno le sobrevino un coma diabético que lo alejó de la escuela varias semanas, nadie supo de sus problemas nos llevamos junto con Él un sustazo; a su regreso había disminuido drásticamente de peso bajo vigilancia médica y se disciplinó a tomar solo refresco de cola light, a partir de ese momento comencé a notar en Él una actitud doble aparentemente contradictoria: de cuidado y desmadre, un tipo que cuidaba sus índices de insulina pero que comía chicharrón de moronas, un cuate que había marcado distancia al alcohol pero nunca dejó los cigarros. Luego que se fastidió de cargar su cajita de Tupperware con verduras hervidas, regresó a su lugar favorito: “El Nivel”

Al introducirse en 1994 el nuevo plan de estudios en EDINBA, implementamos en  ese verano un seminario de profesores, con la intención de vencer procesos de resistencia al cambio y demás telarañas explicadas desde la teoría Piagetiana, ahí llegaba el Melquiades casi al final de las sesiones, llegaba con su proverbial desapego a los horarios convencionales de trabajo y su desenfado cargando alguna chacharita de novedad comprada en sus interminables correrías por las calles del Centro Histérico. Ese nuevo momento lo compartí más de cerca con Él debido a que yo había sido designado Coordinador de la naciente Área de Apreciación-Expresión-Representación y creo sin duda que fueron los mejores cinco años que compartí con Él como profesor y compañero. Era y fue una oportunidad de oro que aprovechamos con las primeras generaciones de alumnos, y daba resultado: tener a Melquiades como un profesor-artista conceptual que les hablara de otras posibilidades del diseño y el anti diseño, que les “rompiera el esquema”, les hablara del Kitch con ejemplos inmediatos,  los invitara a visitar Garibaldi y la Arena Coliseo, les conminaba a comprarse una Barbie e inventarle nuevos diseños a su vestuario, a ver películas del Santo y de ciencia ficción. A caminar por las calles del Centro… a visitar los tianguis.Para esas fechas ya se había hecho de una indudable notoriedad como todo un compendio de novedades y Gadgets, los miércoles que dábamos la clase de Apreciación Estética era esperado por muchos, pasó del portafolios Samsonite a la bolsa de mandado, del tacuche con corbata a su diaria caracterización de personajes del paisaje urbano, usaba anteojos de todo tipo, buscaba la armonía cromática de todo tipo en el vestuario lo más sensacional es que Él mismo se confeccionaba algunos de sus accesorios o prendas, imposible dejar pasar al olvido las corbatas de todo tipo: desde las más Kitch a Walt Disney, a las de lata de Coca-Cola y las de LED’s. Gorros, sombreros, trajes, sacos, sudaderas, chamarras, chalecos, chambergos, cachuchas, tocados, capas, máscaras, overoles, camisolas, camisetas, anteojos, plumas, juguetes, fotos, rarezas, etc., etc. Lo más serio para vestir: un sombrero de Copa y levita se veían especiales en Melquiades, por el contrario, lo más ridículo lo portaba con esa mezcla de dignidad indígena y pitorreo mordaz del artista, de cotorreo serio y crítica jocosa. Su posición estética era exactamente como la de sus estrábicos ojos, con uno se elevaba hacia las alturas del conocimiento de la humanidad, con el otro se fijaba bien en el piso de lo popular, la base segura para no tropezar o desbarrar o “meter el choclo”, por cierto, en el calzado era una constante: nunca se ataba las agujetas y  a veces ni las llevaba, quizá debido a las molestias diabéticas en sus pies o producto de la necesaria descongestión sanguínea después de sus largos paseos urbanos.

Era un hombre generoso, nos obsequiaba a la menor insinuación, halago o comentario lo que llevaba en la mano o dentro su portafolios-bolsa en ese momento; junto a  la puerta principal de mi refugio tengo fija su famosa postal de su rostro portando la careta bigote-cejotas-peines-pirámide a lo Groucho Marx –la misma que se encuentra junto al baño de Damas en “El nivel”–, conservamos algunas cosas, un llavero-linterna en forma de Mouse, una invitación a la exposición de los alumnos de la Generación 69 a la que perteneció,  una tarjeta de presentación como boleto del “metro”, un crucifijo-daga cortapapeles, unos separadores de lectura de polipropileno texturado tridimensional confeccionados con por sus manos adornados con estrellas de paspartú, una paleta del día de San Valentín tipo Lolli-Pop hecha a partir de un CD color rojo transparente, otra ocasión me obsequió una obra escatoconceptual al más puro estilo Manzoni: “Popó de guajolote” que no era más que una bolsa de pasitas recubiertas de chocolate y su  etiqueta  con dibujos y explicación salidos de su mano y multifotocopiada por Él mismo. Practicó el diseño en muchas ocasiones y nos mostró constantemente que en el ingenio popular hay valores estéticos y artísticos, aprendí de Él la analogía metafórica entre el escultural cuerpo de Mae West y el envase de la Coca-Cola, cuando llegó la fiebre de la cibercomunicación se puso a elaborar sus propios “emoticones” hizo como medio centenar combinando el asunto riguroso de la tipografía con el tradicional lenguaje alburero nacional. El regalo que más disfrutamos Rebeca y yo consistió en una rosa roja en botón confeccionado con una sexy-tanga de encaje transparente. Fue un placer…

 Ingresé a la maestría en Artes Visuales de la UNAM en 1994, unos meses después le solicité y accedió inmediatamente el darme su firma para registrar mi tema de tesis, en varias ocasiones leyó divertido mis textos sobre estética urbana que eran a la vez mis pininos en el género de la Crónica Urbana y una parte de apoyo conceptual a un proyecto visual que no pude realizar, incluso uno de ellos titulado “Ahí va mi rolex” motivado por la vista de un performance callejero suyo, documentado en video y proyectado en el Ex Teresa donde Melquiades caracterizaba a un vendedor ambulante de caleidoscopios en un crucero citadino. Transcribo un fragmento de lo escrito en 1995:

México ciudad ... un performance continuo, una serie de instalaciones que pudieran clasificarse por materiales y acabados, un ejército  de sensibles y sensitivos hombres y mujeres de indefinida edad, ocultando sus rasgos tras el maquillaje del mimo, que lo mismo nos ofertan un grato sonido de sonaja con sabor a clorofila, -pa’l mal aliento- , igual nos pudieran eyacular el jabonoso contenido de su envase de litro y medio sobre la pantalla de nuestro casco-coraza  de realidad virtual (el vochito) con sonido surround -si uno se descuida-, ora que otros actorzazos se disponen a ofertar caleidoscopios o cualesquier cháchara que sirva de fugaz entretenimiento para el niño, para la niña, para los soñadores amantes de la reflexión especular en prismas de base triangular; un espacio fugaz entre butacas y asientos numerados, una posibilidad de furtiva interacción con el respetable, en lo que la iluminación  cambia de verde a rojo y de nuevo al verde, espacios de pelea contra la indiferencia de los espectadores, un par de anteojos obscuros pudieran ocultar nuestra mirada de pavor, terror pánico de vernos muy pronto en el mismo espacio-escénico haciéndole al micro empresario de la industria editorial, Reformaaaa... Reformaaaa...... o ejecutar una danza evocadora de nuestros ancestros al son del tambor y la flauta de carrizo, ricamente ataviado con sonajas en las piernas y la cabeza dignamente coronada con las pocas plumas de las aves que antaño cruzaban por lo alto la región mas transparente del aire, de hacer pública gala de dotes histriónicas, malabarísticas, prestidigitadoras, retóricas; el circo y la carpa, lo cómico y lo trágico, lo ingenuo y lo ingenioso, lo real-maravilloso, el surrealismo a la mexicana, en el crucero de cualquier enclave urbano, –economía marginal dicen los doctos– , yo afirmo que se trata de una eclosión  cuasi catártica contra la inobjetable depauperación de la clase trabajadora. Salud Melquiades!

En agosto de 1998 comencé a trabajar como docente en San Carlos, desde años antes yo sabía de su presencia ahí, pues era al mismo tiempo alumno de Arte Urbano y profesor en la licenciatura de: Principios del Orden Geométrico en los grupos de PAEA ya como egresado del Posgrado cubrió Seminarios Como el de Arte Urbano, Arte Actual – el de ya, de ahoritita mismo– así como el taller de Experimentación Plástica de Arte Urbano. Lo curioso era que me asignaban en espacios que dejaba Melquiades por considerársele enfermo. Y aunque su enfermedad evolucionó, su gusto por atender a sus amigos y escuchar a sus alumnos sentado en la banqueta del pasillo en San Carlos o en “El Nivel” no cambió. La hipertensión lo doblaba pero no lo tiraba, un día no hace más de un año me invitó a tomarnos unas chelas y confieso que rechacé su invitación, porque sabía de sus males, lo mismo hubiera dado…

Tuvimos muchos momentos de interacción tanto en Academia como en Xocongo, pese a que no contaba con formación de Arquitecto, gustaba de este campo del quehacer artístico con sólidos conocimientos; uno de esos factores comunes en Academia 22 lo constituyó el compartir al mismo profesor del Seminario de Arte Urbano –aunque no en el mismo año–, de Él se expresaba el Doctor Jaime Guerrero como: uno de los pocos alumnos valiosos por su inteligencia y conocimientos que valían la pena en Arte Urbano. Jaime duró poco en San Carlos debido tal vez a que no tenía esa especie de “concha” como la de Melquiades de llegar tarde a todo y ser bienvenido. El rigor académico –que agradezco– de Guerrero no era compatible con la manga ancha proverbial con la que se dispensaba a ciertos alumnos y maestros artistas por esos años. Sin embargo mencionaré aquí algo que aún me sorprendió de Melquiades cuando fue alumno de Guerrero: su puntualidad, pues éste cerraba la puerta del cubículo a los diez minutos de haber iniciado. Un libro que descubrimos casi juntos, comentábamos y recomendábamos a nuestros pupilos era el “Retrato de Arquitecto con ciudad” de Teodoro González de León, cuando tuve la oportunidad de que me autografiara mi ejemplar le dije a González de León que: su libro era un texto que recomendábamos en San Carlos, se le llenó el rostro con una sonrisa y a la vez con mirada vidriosa y me puso un palmadón memorable en mi hombro izquierdo con cinco tornillos.

Desde ese año del 98 me propuse tomarle fotos a Melquiades, sobre todo los días miércoles o jueves que coincidíamos en el trabajo, esos días llegaba de la calle con su bolsa del mandado donde combinaba libros en uso y para regalar, listas de asistencia llenas de manchas de grasa de chicharrón y otras cosas siempre sorprendentes y maravillosas, ataviado con un atuendo diferente cada vez, logré quizá un par de tomas buenas y cuando supimos de su deceso me dediqué a hurgar en mi archivo digital, aún no encuentro las que más recuerdo, un par de fotos que nos tomamos: el a mí y viceversa, con una cámara digital que estaba casi nueva y le habría gustado mucho a él tener. Le hicimos un cartel de homenaje con fotomontajes que se robaron en la EDINBA, algún admirador fetichista o envidioso.

De su vida personal no se puede decir más, Él era muy reservado, aunque sabía de su forma evidente de coleccionar libros y cosas en espacios mínimos, de su amor a la lectura y de su inobjetable e infinita paciencia para encontrarle el gusto, el modo y el sabor a las cosas, por simples, por ingeniosas.

 Hasta siempre Maestro!

 Pedregal de Carrasco, Enero de 2004.

 

DE ARTURO BERROSPE

"Como ser performancero y no conocer a Melquiades"

Simplemente imposible; lo mismo sea en las calles del Centro Histórico, o en los seminarios de Performance en el CNA, lo mismo con su capacidad de hacer Arte de su propia existencia, con una naríz de plástico o un sombrero extravagante, con su opinión siempre culta o en su rostro,más aun en su rostro habitado de cierto desencanto, un desencanto que me cuestiona hasta hoy y que no sabre responder más que con su ejemplo; sin embargo, en este embate diario de coexistencia con un mundo que no sabe responder por personajes tales y tan importantes como el Maestro Melquiades,
solo vale la pena continuar con dignidad el esfuerzo heredado. no se puede ser performancero y no conocer a Melquiades.
Maestro Melquiades, ¡ ya tengo la respuesta a la pregunta que me hiciste ! El Performancero que hizo en Fluxus 1962 "Zen for Head" Pintura de Acción se llamaba Nam June Paik.


Hasta siempre Maestro.

 

DE MARTÍN GONZÁLEZ

"Zapata"

Centro Histórico, 13 Noviembre de 2003

Si Carnal, así es, ahí esta la foto.
Sobre mesa y entrevista con Manuel Zapata González
mesero de la cantina El Nivel

Nos podría decir Sr. Manuel, quién era Melquíades Herrera?
Ese señor Melquíades Herrera era profesor de la Escuela de aquí, de la Academia de San Carlos, yo le pregunte maestro de que es; y él me dijo que era maestro de artes visuales, y ahí nos fuimos haciendo amigos, se hizo amigo de la cantina y de todos los parroquianos asiduos a la cantina.


El maestro Melquíades tenía algún espacio que fuera su predilecto, aquí en la cantina?

Sí, es una mesa que se encuentra debajo de la televisión, a él le gustaba ahí porque se podía recargar, se recostaba y dormía, se dormía y ahí se hechaba su sueñito de media hora, a lo mejor más a lo mejor menos, uno anda trabajando y no se da cuenta, pero estando ahí, él se sentía a lo mejor más seguro que en su casa, llegaba casi siempre a la hora de la comida o cuando se iba a trabajar pasaba, sino pasaba antes pasaba después, pero siempre estaba con nosotros.

Recuerda alguna actividad fuera de lo común, digamos algo más artístico que en maestro hiciera aquí en la cantina?
Él hizo una exhibición o performance, como le podría decir, de ahí nos dimos cuenta las cosas que él hacia, las cosas que eran su trabajo.

Más o menos como fue ese performance que él hizo?
Fue de peines, de más chiquitos, mas grades, para qué servían los peines, sí, más o menos eso era. 

Tiene que ver alguna referencia, la fotografía que se encuentra debajo de la televisión, junto al baño de las mujeres?
Sí, porque esas cosas que se puso, las compro aquí Melquíades a un vendedor ambulante, de ahí se las estuvo poniendo, le daba risa, se veía en el espejo, esos accesorios que el se puso los compro aquí adentro de la cantina. 

Él venía aquí asiduamente a tomar, a comer, o porque le gustaba estar aquí en este lugar?
El no simplemente venía a tomar, sino que muchas veces venía a estar con nosotros, a comerse algo de botana, se tomaba un Tehuacan porque el no tomaba refresco de dulce, había veces que se estaba con un Tehuacan, y se estaba con nosotros, luego ya se cansaba, y se iba.

Cómo fue la primera vez que usted conoció a Melquíades Herrera?
Cuando yo lo vi no pensé que él fuera maestro, sino que pasaba como un cliente normal, hasta que ya fui agarrando confianza con él -y yo le pregunte- oiga señor que hace, -dice-,  yo doy clase aquí en San Carlos, pero de momento pensamos que era un cliente que pasaba nomás desapercibido, ya que nos dimos cuenta que el era maestro, ya fuimos agarrando confianza con él, a  llevarnos con él sanamente.

Cómo fueron los últimos meses de Melquíades?
Ya últimamente, pienso que fue hace un año en Diciembre cuando estuvo internado en el hospital, ya que regreso le -digo- pues que paso?, no mira, antes te lo estoy contando -dice-, yo ya estaba casi muerto, entonces ya en Enero, Febrero vino, ya muy esporádico, luego supimos por los amigos de la escuela que volvió a recaer, a fines de Julio vino casi como a despedirse aquí a la cantina, pero yo no estaba, andaba de vacaciones, entonces un amigo -le pregunto- bueno que pasa? –dice- no, es que ya ando muy malo, le dijo a Víctor al que nos ayuda aquí, que ya sus riñones andaban trabajando más o menos como al 15% o sea ya muy mal, me comento Víctor que ya para bajar pues hasta lo tuvieron que ayudar, cuando antes no lo hacían.
Después vino un primo hermano de él y le pregunte en la situación que se encontraba, él nos  comento lo grave, entonces, nosotros nos íbamos a poner de acuerdo para irlo a visitar al hospital, pero ya no nos dio tiempo, me llego una llamada de una amiga que se llama Dulce, y me dijo fíjate que falleció Melquíades a las 5:30, te esperamos en el velorio, pero yo fui y me perdí, como no conozco el Estado de México, yo vivo hasta Xochimilco, me dio mucha tristeza el no haber estado un ratito más con él, que ya era la última vez, pero pues ni hablar.

Recuerda alguna anécdota, vivencia, puntada, chascarrillo, o a lo mejor que haya participado en un performance involuntario?
Con él pasamos muchos momentos bonitos, comíamos juntos, nos traía pescado, nos traía muchas cosas, él traía chicharrón, nosotros comprábamos los aguacates, poníamos las tortillas, yo pienso que como la soledad es fea, él se sentía bien comiendo y a lo mejor comía más de lo debido, porque en su casa a lo mejor no comía bien.
Una anécdota también fue una vez que él nos dijo quieren carnitas, y le dije a Panchito sale, pues que nos dé las carnitas, sale pues caliéntenselas, pero como él traía su portafolio, ahí el portafolio era el refrigerador, luego traía carne y se le olvidaba, no hombre, pues que las ponen en la plancha y toda la cantina empezó a apestar, pues quien sabe de cuando eran las carnitas, luego nos pregunto se las comieron, no –le digo- ya se hubiera muerto Pancho o yo, y es que luego traía comida de que compraba, cosas que le gustaban y las metía al refri, las traía envueltas en papel de estraza. 

Que nos podría decir, ahora que se enteraron que falleció, cómo fue la reacción de la gente de aquí del Nivel que convivían con él y de los clientes que lo veían?
Pues mucha gente ya  lo había comentado en la escuela y no lo creían, venían aquí a la cantina, -oye- es cierto Zapata, que falleció Melquíades Herrera Becerril, pero a mí  un amigo me decía, que tenía una anécdota que nunca supimos, que a pesar que lo conocíamos nunca nos dijo su primer nombre, me lo dijo, pero no me acuerdo cual es el que fue su verdadero nombre, su identidad secreta.

La gente decía o comentaba algo por la forma en que se vestía Melquíades?
Era muy buena gente, él no estaba malo de la cabeza, me decía una persona que se junto con una sobrina de él, que por allá donde vivía le decían el loquito, el viejo loquito, -le digo- no, es que no estaba loquito, a él le gustaba vestirse así, porque así era, tanto como llamar la atención no pienso que haya sido, porque el se vestía por decir, el día de la virgen de Guadalupe con una playera con la virgen, con lentejuela, bonita, se llegaba el día de muertos, andaba con su matraca, con una capa con una muerte, así, el día del 20 de noviembre andaba, como si hubiera venido a desfilar, con su uniforme de la CTM, del sindicato, hay andaba, se compraba mascaras del Blue Demon, él tuvo un amigo de otro país, a ese señor le gustaban mucho las luchas y un día Melquiades le regalo una máscara del Blue Demon, muy bonita, muy bonita.

Cree Zapata que algún otro personaje ocupe su sitio, su mesa, su recuerdo?
Yo pienso que se va a quedar en la memoria de todos los que lo conocimos, porque no hay otra persona igual, él de verdad
, si fue un artista,  un artista se le puede decir, no puede llegar otra persona a rellenar ese lugar que quedo vació, era muy querido por la gente, la gente que no sabe todavía, -yo se le comento-, ya supiste que falleció Melquíades Herrera, no, no, no chingues, -dicen-, si cabrón -le digo- así es, ¿cómo?, pues ahí esta la foto-ofrenda de cuando entro el ambulante y se veía en el espejo y le daba risa, esos accesorios se los compro él aquí. 

Cómo piensa Zapata que el nivel debería hacer para no olvidar a este artista urbano?
Yo pienso que lo esencial es hacerle un buen homenaje, para que se siga recordando, algún libro, alguna revista, que saliera a la venta para, que alguien la poseerá, a lo mejor mucha gente si la quiere tener, y pues relacionado al 1º de noviembre, día de muertos, estaría muy bien una ofrenda de un cliente que se nos fue y que fue muy querido en la cantina.

 Te agradecemos mucho tu tiempo y esperemos que no se olvide al maestro Melquiades
Claro, lo vamos a tener que seguir recordando, porque fue un gran personaje.

              

Imágenes de Martín González

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